mercredi 29 mai 2013

Cette beauté

Puede que a algunos les quede bien la sonrisa. Que haga juego con sus pupilas y el estampado de sus camisas. 
Pero a ti no. No soporto verte sonreír.
El gesto se cree tan importante en tus labios que me sabe a traición. Y ya de noche, entre las sábanas, te miro y sé que te has acostado con esa sonrisa en vez de conmigo.
Y no son celos. Es tu ignorancia. 
Porque nunca has sido capaz de ver lo bella que te hace la tristeza.
Desconoces lo más puro de tu melancolía de papel, de tus lágrimas sin rencor, de los incendios que crea tu pena en mi interior. 
No has escuchado a mis ojos hablar sobre la delicia que es tu piel nostálgica de vida sobre la mía, hambrienta de belleza. No te has dado cuenta de lo que te hace una entre un millón.
Y esa es la razón de los mordiscos y bofetones. De la frágil desnudez de tus moretones.
Devuelvo el sentido a la existencia al no permitir que la más hermosa de las tristezas desaparezca.


Porque no sé qué sería de mí sin lo único que amo de ti.

lundi 7 janvier 2013

Chanson d´... amour?

Ella Fitzgerald gira en negro 
bajo la aguja del tocadiscos. 
Y yo me paro a coger el Smith & Wesson 
del cajón de la mesilla. 
Dispuesta a borrar todas las huellas, 
los golpes y los besos. 
El olor a pólvora inunda la alfombra, 
y los cardenales mi piel. 
El miedo se encoge con cada vaso. 
Acompañada de ginebra todo resulta más sencillo. 
Siempre esperando acabar el uno con el otro, 
y es el tiempo quién acabó con nosotros. 
Ahora pienso, 
que nunca te importé lo suficiente. 
Nos hemos acostumbrado, 
y no hay nada peor que acostumbrarse, cielo. 
Después de sentir que era demasiado tarde, demasiado pronto, 
encontré el momento. 
Voy a respirar. No por ti, si no por mí. 
Incluso a través del humo de cualquier cigarro. 
Se me acumulan tus ganas con mi rabia, 
como protagonistas de una película de Jean-Luc Godard. 
¿Qué vestido de mi armario 
casará mejor con tu sangre? 
Has hecho que deje de creer, 
en Dios y en el karma. 
Contigo nunca hubo tiempos mejores. 
Cuando el cañón te apunte a la cabeza 
podremos decir todo aquello que callamos. 
Y una vez apretado el gatillo, 
aún quedará una bala para mí en la recámara.


samedi 10 novembre 2012

Le bois

He oído decir que esos bosques están vivos. Que respiran, como tú y como yo. Que cada árbol sufre un protector efecto de fraternidad.  Que hablan en las pendientes y cuchichean en los páramos. Que eligen quién muere y quién queda atado a la tierra.
Dicen que la única que puede escucharlos es la niña que vive entre las copas. La misma que solo entiende de libertad y zarzas. Aquella que con cada suspiro alimenta al bosque.
Nunca ríe. Solo lo hizo una vez. Y desde entonces las hojas juegan a revivir su risa, compinchadas con el viento.
Cuentan que los salvajes susurros de los árboles salvarán la humanidad.
Pero eso la niña no lo verá. Para entonces los nocivos cestos de frutas y bayas surgidos de la tierra de los hombres habrán  destruido sus entrañas.
Salvarán tan solo aquello que no podrá volver a llamarse humanidad.


mardi 18 septembre 2012

Derrière de ses yeux

Los luminosos alcatraces abovedados exudan la sangre sobre la arena. 
Dejan resbalar una bermeja lágrima cada tres minutos exactos, justo lo que dura esa atávica balada de Chavela Vargas.

En el aire chocan las compañías del aroma a carne pútrida y a flores secas. 
Los lienzos levitantes en las paredes de costras azules lanzan malas miradas, aquejados como inocentes ahorcados que son. Se muestran atentos a la cúspide de la composición, en dónde se yergue su creadora, solemne, segura, íntegra y digna, a la par que menuda, oculta entre alegres rebozos bordados en seda y pájaros exóticos de los más ancianos y puros pigmentos.
Las plumas de uno de ellos corta en filo perpendicular sobre las vértebras metálicas de su maltrecha y abierta espalda, desvelando el genuino y ardiente dolor que se arrastra por el tiempo, mendigando un poco de esa vida que no sabe dejarse morir.
Desde el bajo de sus faldas es observada por calaveras alegres de sonrisas de guitarra y gusto a chile, que acusan con cuencas inertes al útero árido y silencioso.

Pero su paladar finge ignorar, y se engalana de vertiginosos colores alegóricos a un amor que ahíta con cada aguijonazo.
Un amor por su tierra, en cuya nueva simiente aún se escuchan susurrar palabras en náhuatl, y un amor por la verdadera belleza, que no es otra que la que se puede ver con los ojos cerrados.       


               "Amurallar el propio sufrimiento es arriesgarse a que te devore desde el interior."
                                                                                                                  Frida Khalo

                                                                                                  Pequeño homenaje a Frida como mujer.

samedi 25 août 2012

Rencontre dans le train

-Mira a quién tenemos aquí. Toda una verdadera prófuga de la realidad y la vida, si señor.

-¡Tú!

-Claro, encanto, ¿quién si no?

-Pero … No puede ser. Hace tiempo que eliminé el mas mínimo rastro del humo de tus cigarros de mi memoria, ¿por qué tienes que aparecer precisamente ahora?

-¿Por qué? Quién sabe. Podríamos echarle la culpa a Dios si alguno de nosotros creyese en  él, pero, como no es el caso, prefiero pensar que esto es uno de esos chistes del destino. La vida en sí es un chiste, ¿no crees? Y tonto el que se ríe el último. La pregunta adecuada es qué haces tú aquí. Ah … desvías la mirada. Sospecho que huyes de ti misma, ¿eh? Realmente eres un bicho de costumbres. Y encima haces un ruido horrible, nena. Me van a reventar los tímpanos. Ah, no, espera, es el rugido de la maquinaria del tren. Pero no es tan diferente del ruido que emiten los engranajes de tu pecho. Joder, puedo escucharlo desde aquí. Retumban como mil tambores africanos. ¿Tanto te alegras de verme?

-En el fondo uno siempre se alegra de ver un fantasma del pasado. Aunque provoque este desagradable y sarnoso picor de la cabeza a los pies.

-Me lo tomaré como un cumplido. En fin, ¿qué ha sido de aquel maromo con el que ibas a casarte? ¿Sigues escribiendo y publicando en aquella editorial de chupatintas y editores baratos que solo sacan a la luz prototipos de historias de gancho fácil y tiradas industriales? Mmm … Vuelves a desviar la mirada. De modo que huyes de eso precisamente. Sigues siendo un maldito libro abierto de par en par, uno de argumento pésimo en el que puedes conocer el final en la primera página, como los que escribes últimamente.

-¡Déjame en paz, ¿quieres?! Si tan profeta eres dime entonces cómo termina esta historia.

-Eso depende tan solo de la escritora, ¿no, nena? Pero contigo no suelo errar. Mírate a ti misma. Te has convertido en toda una señorita bien vestida, buena comida, buena compañía, un buen empleo … la buena vida, vamos. Una mujer de provecho, es eso, ¿no? Verdaderamente idílico, entrañable y con un toque amargo para mi gusto. ¿Es realmente esto lo que esperabas?

-No eres quién para juzgarme. Al menos tengo una vida que no desperdicio en el fondo de una botella de güisqui.

-Ah, cielo, en eso me siento totalmente libre de culpa. Al fin y al cabo fuiste tú la que me creaste. Y esta afición a la bebida, la jerga rápida y mi lengua viperina forman parte del encanto natural de mi personaje. Porque solo soy eso, ¿no? Un personaje más. Pero uno de los buenos, nena. De aquellos que te salían del corazón y no del bolsillo.

-… Estoy cansada. Cansada de Él, casada de ti, cansada de mi y cansada del paisaje sin sentido que pasa por delante de mis narices.

-El comienzo de las vías no tiene la más mínima importancia, lo que cuenta es hacía dónde se dirigen. Olvídalos. Es fácil, ¿no? Después de todo fuiste capaz de olvidarme a mi. Aunque nunca se te ha dado bien mentir. Llevo éstos tres puñeteros años esperándote, esperando este chiste. No podré mantenerte como a una de esas señoritas frívolamente bien vestidas, pero te garantizo que si te quedas conmigo, serás tú misma.





samedi 28 juillet 2012

Instants attrapés

Hay lugares que guardan más recuerdos que las personas.

Se adhieren en las paredes, en la tierra, sobre los cristales y la madera. Insectos torpes y complejos de miembros frágiles que no son conscientes de su fin ante la telaraña.
La casa de Toulouse en la que crecí era uno de esos lugares.
Aún hoy, cuando regreso, obtengo un saludo de fervor vampírico oculto bajo el abandono y el silencio de las sombras que miran a los ojos de una forma en la que nunca me atrevería a mirar a nadie.
Cada ríspido albergue aterido a las esquinas devuelve el reflejo de unos herederos desterrados, empezando por el exterior.

El jardín infecto de mala hierba que cubre los pasos hasta la entrada guarda juegos de infancia y colores ahora desgastados de los hibiscos, tulipanes, caléndulas y sobre todo de los narcisos que en su día allí vivieron, arraigándose al terreno desde las semillas y los bulbos que plantaba con ayuda de mi madre antes de llegar la primavera. Las pasionarias sin flores ni frutos en esta época del año se enredan todavía cual hirsutas salamandras sobre la fachada de ladrillo rojo, bordeando torpemente la puerta de un verde nocturno, desconchada en sus bordes, damnificada a base de portazos de las muchas huidas de mi hermano, al que vuelvo a recordar una vez en el interior al ver, sobre las paredes húmedas, unas estrías artificiosas. Marcas acompañadas por un número. Centímetros banales acotados año tras otro como prueba fehaciente de nuestro crecimiento. Marcas que yo intentaba superar a base de tramposas puntillas.

Algunos muebles continúan allí, pendientes del silencio que se desarrolla a modo de única trama en sus vidas, almanaques cojos, como las lastimosas estanterías vacías, antes arropadas con clásicos y palabras en las que ahogué tantas tardes de sopor; o el enorme armario del salón, cómplice de mi récord de cinco horas oculta durante un épico juego de el escondite.
Todos esos momentos consagrados y plomizos fingiéndose niebla intrusa se hallaban allá dónde mirase: la mesa de cristal sobre la que compuse mis primeros dibujos de garabatos engarzados, el sofá que una merienda de cerezas manchó de granate, las escaleras en dónde usando trineo sin ser invierno envolvieron mi brazo con una escayola, las habitaciones en cuyas ventanas anidaban las golondrinas, la baldosa rota cerca de la chimenea con la que siempre tropezaba, la cocina en cuya encimera trepábamos mi hermano y yo para llegar al armario de las magdalenas, aquel piano bajo una capa de polvo que encerraba más palabras que sonidos, el somier vacío y oxidado con olor a muerte en la habitación de mi madre, y el pasillo en el que tantas veces nos sentamos, intentando escuchar algo tras el cuarto en dónde pintaba mi padre, para siempre cerrado con llave.

Incluso la luz que entra por las ventanas marca horarios de momentos proyectados. Los imagino cadáveres que jamás volverán a levantarse, y entonces me consuela un poco volver a mirar esas franjas luminosas y tener la seguridad de que el imperecedero trayecto del sol siempre seguirá siendo el mismo para iluminar esos recuerdos secuestrados que ahora tan solo mis ojos pueden ver.



samedi 30 juin 2012

Parle le poupée / Second miaulement /

Y un 29 de Abril, volvió a hablar.
Voz seca, artificial, masacrada y rematada, traída hasta la habitación por la lluvia lagrimal, en un espasmo de incontinencia y oportunidad.

-¿Sueñan las muñecas con ovejas eléctricas?
(…)
-¿Qué?-Desarmada ante tal cuestión trascendental desvelada, la niña miró los ojos de aquel viejo juguete de mirada cristalina y engalanado vestido en polvo.
-Te preguntaba si sueñan las ovejas con muñecas eléctricas.
- No lo sé. ¿Con qué sueñas tú?
-Con vértebras que se acumulan en las noches, con ancianos de dientes de plata que brotan en los frutos de jardines olvidados bajo alcantarillas, y con niñas. Niñas y niñas. Niñas que no son tan niñas y que gestan vidas en sus bajos vientres, hijos bastardos de sangre aborrecida y vaivén de entrañas. (…) ¿Crees en las casualidades?
Golpearon los verbos y letras al descubrir que soñaba con ella. Que soñaba con la niña. Con la niña que no es tan niña.
-No … Solo creo hacía dónde nos llevan nuestros actos … Pero, ¿por qué me haces tantas preguntas?
-Para conocer la verdad el por qué, cómo, cuándo y dónde quedan prohibidos. Inútiles pautas periodísticas.
Niña y muñeca se miraron. Se traspasaron.
(…)
-Te envidio. Por sangrar y llorar. Todos queremos escuchar nuestro crujir de la porcelana al caer. Hasta en nuestro final pretendemos egoísmo. No ser más que pieles recicladas en contenedores contados con los dedos del agua oxigenada. Tengo sed. Me ahogo. No existo. ¿Compartirías tu sangre y lágrimas conmigo, niña bonita?-dispuso en sus labios cerámicos, que no eran labios, sino montículos sobre los que pararse a adivinar el cosmos.
Y la niña ya había adivinado demasiado en ellos.

-Mi sangre. Mis lágrimas. Mi cuerpo. Mis entrañas. Las suyas.  … Tuyo es. Yo ya no lo necesito.

Y la delicada boca sintética se entreabrió en una sonrisa de piezas mortecinas. Colmillos ávidos de la poca inocencia que quedaba en aquel cuarto despojado.


"La paranoia es una forma de conciencia, y la conciencia es una forma de amor." 
                                                                                               Charles Manson

 

                                                         Segundo gemido de un primer maullido.